12 de agosto de 2011

La (Santa) Liga de la Justicia

Por Arturo Rodríguez 
@ArturoRT 

Mi fin de semana estuvo repleto de celebraciones religiosas, al menos más de las que acostumbro tener. Deben entender que para mí, tener una boda un día y un bautizo al siguiente, equivale al karma eclesiástico que suelo acumular en un año entero. Tener la oportunidad de estar presente en celebraciones de este tipo me hace ver, cuestionar, criticar y admirar muchas cosas. A fin de cuentas, es como si entrara –sin pasaporte–  a un país desconocido con el simple hecho de estar bajo el techo de la “casa del señor”.

La razón principal que me motivó a escribir sobre este tema y por la que estoy dejando fluir estas palabras fue un acto que presencie durante el bautizo de mi sobrino. Ahí estaba yo, parte de una multitud de familiares que presenciábamos como el pequeño Daniel –sin haberlo escogido– era bienvenido en una de las comunidades más antiguas y con mayor número de miembros de nuestra sociedad. Daniel, bastante tranquilo y con su pelo güero ya húmedo, reposaba en los brazos de su mamá cuando de repente el padre, desde su púlpito, levantó su mano derecha –al mismísimo estilo de Magneto de los X-Men–  y dijo “ahora convoquemos a la comunidad de los santos para que protejan y guíen a Daniel”.
Acto seguido, el padre empezó a nombrar, uno por uno, a varios santos; “San Pedro”; su voz –noté– un poco más solemne que antes; “San Pablo”; su postura también un poco más erguida; “San Lucas”; sus dedos contrayéndose un poco al hablar; “Santo Tomás”, y así sucesivamente hasta mencionar a varias personalidades del mundo celestial.

Impresionado por lo que estaba pasando, y desde mi incomodo lugar, miraba a mi alrededor para ver si alguien más tenía la misma reacción que yo estaba teniendo. Lo que pasa es que en mi mente –y sin afán de ofender– las palabras del padre sonaban sacadas de un comic de súper héroes. De hecho, mientras escuchaba la lista y sin poder controlarlo, mi cerebro transformó la imagen que tenía frente a mí. Imaginé, así, al padre en el Salón de la Justicia, erguido y en esa posición de poder, nombrando uno tras otro a varios súper héroes que cuidarían de Daniel. “Superman”; su voz más seria; “Batman”; su postura más estoica; “Linterna Verde”; un rayo de luz saliendo de sus dedos hacia la frente de Daniel; “Flash”, y así sucesivamente.

Tengo miedo de caer en lo ofensivo con estas palabras (y de antemano pido disculpas si a alguien esto ofendió), pero también siento una urgencia de compartir lo que mi cerebro en ese momento procesó instantáneamente. Evidentemente no soy un hombre religioso, y tampoco me considero una persona de fe, sin embargo sí creo ser un ente espiritual. No soy religioso ya que no comparto ese conjunto de dogmas que la mayoría de las personas en este país dice compartir; no creo en la veneración -y el temor que le acompaña- hacia lo divino; así como tampoco creo en los rituales milenarios que han sobrevivido el paso del tiempo (sin embargo, sí admiro el valor antropológico e histórico de los mismos). No soy hombre de fe, ya que evidentemente no la poseo en cantidades suficientes para creer que una persona que vivió hace años cuidará, en su estado post-mortem, a Daniel; además de que a lo largo de su vida lo protegerá del “mal” (del diablo o de Lex Luthor, no lo sé). Sin embargo, sí admiro a la gente que tiene fe y que construye su vida a raíz y a través de ella; entrar a una iglesia, mezquita, templo hindú o sinagoga y observar -sin cuestionamientos- las expresiones de la gente puede ser enriquecedor desde el punto de vista humano y etnográfico. Lo que sí soy es un ser espiritual; me considero parte de algo más grande –y por paradójico que parezca– igual que mí mismo. Un espíritu que es parte de un mismo todo.

No es el fin de este escrito tener una conclusión brillante, a fin de cuentas cada quien ya tiene establecido en su forma de vivir en qué grado se considera una persona religiosa, de fe y espiritual, simplemente es una anécdota que quise compartir. Lo que sí invito a reflexionar -sobre todo si NO eres una persona religiosa- es sí vale la pena perpetuar la existencia de estos rituales. Entiendo que un bautizo (al igual que una boda) sea motivo de celebración en un contexto familiar y social, pero, ¿qué necesidad existe de llevar a cabo esta celebración bajo un marco religioso que no se vive y que no se cree? Conozco a mucha gente a la que le parecen in-creíbles (no de “wow”, sino de “no puedo creer que esto esté pasando”) algunos de estos rituales, pero que, de todas maneras, por cuestiones de presión social o mera inercia, forma parte de ellos. Celebra y goza los hitos en tu vida, compártelos con los tuyos, sólo te invito a que cuestiones la forma y el marco en el que lo haces.

Acerca del autor: Arturo creció viendo los X-Men y también dentro de una familia católica (que ya no lo es más). Cíclope es su súper héroe favorito; sin embargo aún no cuenta con un santo predilecto. 

 --- Si tienes un comentario por favor házlo; este blog se alimenta de ellos. ---

9 comentarios:

  1. Hola hermoso, me encantó este post!

    Sólo quería compartir, una vez más, que estamos necesitados de una cultura de respeto hacia el prójimo. Esta vez lo digo porque muchas veces he sentido la mirada castigadora ya que nosotros decidimos no bautizar a Lalo por varias razones.

    Una de ellas es que no creemos que una criaturita como él necesite que le quiten el "pecado". Otra es que respetamos sus decisiones y no queremos imponerle algo en que creer cuando nosotros mismos tenemos dudas sobre la Iglesia como Institución.

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  2. Deberías ver Millions de Danny Boyle para conocer de santos buena onda.

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  3. Creo que es importante alinear las creencias y convicciones a los rituales, en resumen la congruencia y ser valientes para llevarlos acabo aunque se salgan de la convención

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  4. Una religión proporciona estructura, no espiritualidad. Como tal, es un conjunto armado de rituales, costumbres, creencias, etc. que dan sentido a la espiritualidad. Pero no tendrías porque estar obligado a una estructura para satisfacer esa necesidad.

    En lo personal, considero a las religiones necesarias. Porque, de otra forma, viviríamos con un duro existencialismo a-la Jean Paul Sartre, donde ocupar nuestras vidas consumiendo heroína sería igualmente válido a realizar obras de caridad. Eliminar esta parte, perfectamente hecha, solo ocasionaría problemas. Además, no hay porque entender a la religión como una imposición. Todos los que la profesan de forma consiente son mucho mejores creyentes y mas tolerantes que aquellos que la "odian" o la "denigran" por no elegir. Sería darle una oportunidad.

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  5. Gracias por los comentarios Miguel.

    Sólo quiero aclarar que no abogo por la "eliminación" de estos rituales que, como mencioné, tienen mucho valor tanto histórico como personal. Tampoco estoy diciendo que las religiones no sean necesarias; de hecho estoy de acuerdo contigo, proporcionan una estructura a la espiritualidad y son -y siempre serán- una parte de ese ser humano que trata de entenderse por medio de lo divino.

    El punto principal de esta pequeña historia es hacer pensar a las personas que participan en estos rituales sin en verdad creer en lo que ellos representan. Decidir bautizar a tu hijo, por ejemplo, implica que uno cree en el "pecado original". Y si de verdad crees que el agua bendita y la misericordia de dios perdonarán este pecado a tu hijo, por favor ¡participa en estos rituales!

    El problema, o mejor dicho cuestionamiento, viene para las personas que no creen en el trasfondo de estos rituales y que de igual manera los llevan a cabo por mera inercia o presión social. En ese caso, el mismo ritual religioso pierde todo sentido de ser.

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  6. Creo que venimos hablando de lo mismo. Los que llevan a cabo los rituales concientes y convencidos merecen mi mayor respeto.

    Pero no por ello yo voy a dejar de lado mi creencia y convicción para hacer algo "socialmente aceptado" como es el bautizo.

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  7. No se Arturito. Bajo ese disclaimer, el post se reduce a la crónica de una persona que visita un parque de diversiones, sin quererse subir a un juego.

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  8. @Miguel: En tu juego de palabras, el post sería una crítica (e invitación a reflexionar) a las personas que van a un parque de diversiones y se suben a un juego plenamente conscientes de que no se divertirán, pero que de todas formas lo hacen por costumbre o presión social.

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  9. Hola chamacos, me gusta mucho su blog y por eso les he otorgado un premio. Los invito a recibirlo en http://mariposasyserpientes.blogspot.com/2011/08/premio-la-versatilidad.html

    Saludos
    Edna
    de Mariposas y serpientes

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