23 de agosto de 2011

La Otra Parte de la Democracia

Por Miguel Ángel Mendoza
@maiqk

En la entrega pasada, dediqué este espacio a describir porque la democracia es el mejor sistema político. El post se escribió con el objetivo de dejar en claro el hecho de que los seres humanos somos libres y debemos construir una sociedad que respete eso. No existe persona que se encuentre por encima de otra, dado todo se rige por un principio de equidad. En esta ocasión, vale la pena discutir la clase de personas que se necesitan. Porque, finalmente, esperamos una base mínima de civilidad por parte de cada individuo. De lo contrario, no existiría equilibro para la convivencia.

Hablar de derechos es sencillo, porque se entienden como regalos entregados por el Estado/Gobierno. Pero, meterse con los requisitos para formar parte de la estructura es una historia diferente. A todos les gusta recibir cosas. No importa que ocurra en el presente inmediato o lejano. Pero, comprometerse a algo (sin importar la índole) se vuelve materia explosiva. Implica, necesariamente, responsabilidades frente a alguien. La falta de su cumplimiento siempre se traduce en un daño.

En el caso de la democracia, yo esperaría un mínimo de reciprocidad por parte de sus integrantes. En otras palabras, que cada uno de sus miembros se guíe por los mismos valores humanistas que fundan la  sociedad (libertad, igualdad, fraterindad, etc). Porque, sería una incongruencia exigir de forma asimétrica el cumplimiento de normas. Supongamos, por ejemplo, una regla sencilla: no tirar basura. Bajo un concepto de equidad, nadie debe tirar basura. Pero, si un grupo se erige como facultado para hacerlo, asumiendo un privilegio especial, rompe con el balance. En otras palabras, abre la puerta para que otro individuo, apelando a la equidad, exija el mismo privilegio para tirar basura. Como consecuencia, la regla nunca se respetaría.

Al tocar los objetivos de la sociedad/república/estado, ocurre algo similar. Si existe un evento que ofende a todos, se esperaría una respuesta que condene al hecho. Finalmente, el golpe agrede a todos sin excepción, porque golpea la seguridad de esta “comuna”. Es posible que, interpretando de forma errónea, aparezcan sujetos que reivindiquen las agresiones. Sin embargo, esperaría que la sociedad en su conjunto formara un bloque que repruebe este tipo de apoyos. En otras palabras, que siempre aparezca una mayoría que pida no tirar basura.

Todo lo anterior es importante porque he visto y leído opiniones poco afortunadas en las personas que me rodean. Las posturas políticas están plagadas de incongruencias, que buscan ridiculizar al oponente mas que dar un sentido humano a los problemas actuales. Tomen como referencia los reclutamientos de personas con pésimas reputaciones en los partidos políticos. Aunque sus currícula se caractericen por hechos deleznables, son aceptados como parte de una estrategia que busca obtener el poder.

Lo anterior no ocurre solamente en la política. Todos los días saltan a la vista conductas poco apropiadas en las empresas, ya sea en casos individuales o como políticas emprendidas por todo un grupo. KPMG, una firma contable de prestigio internacional levanta una encuesta sobre el fraude realizado por empleados dentro de las empresas en varios países del mundo. México no sale bien librado. Sin embargo, estas conductas también ocurren a nivel de estrategia empresarial, como el caso de Bimbo y el Pan Integral que no es integral.

Es sencillo hablar de libertades. Todo se complica cuando se nos piden requisitos para disfrutarlas. Sin embargo, es parte del juego llamado democracia. Todos los seres humanos nacemos libres, pero no podemos matar al que nos vea feo. Finalmente, el espacio que le demos al otro para existir es equivalente al que se nos da. Si lo cambiamos, resultamos afectados en la misma magnitud.

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