1 de septiembre de 2011

Transexualidad en el tercer mundo

Por Emilio
@amargolicor


No es un amigo, es un conocido, pero sus palabras, la amargura de cada frase, me calaba en lo más profundo de los huesos. -Traté de matarme- contaba a otro individuo el personaje de quien hablo, -traté de matarme y todo porque el pinche psiquiatra no quiere aprobar mi cambio de sexo- y quedé profundamente conmovido al escuchar estas, sus sentidísimas palabras. –Para colmo fracasé en mi intento de suicido y mi pareja se fue para siempre, me dijo que si ése era el compromiso que teníamos, se fue y nunca va a regresar, estoy segura…- .
Hoy dedicaré algunas palabras a la transexualidad. ¿Qué pasaría si un día despertaras y vieras que tu cuerpo no corresponde a la realidad que dicta tu mente? ¿Qué pasaría si te faltara o te sobrara algo del cuerpo para sentirte tú? ¿Qué pasaría si al decirle al mundo que algo sucedió, que te dormiste siendo un hombre o mujer y al despertar, tú cuerpo había cambiado?

La penuria que pasa el transexual, al menos en países como el nuestro, es una verdadera tragedia. Un país en que el hijo del mejor médico es mal visto si estudia filosofía, o peor aún, si no estudia algo. Un país en que lo más importante es continuar con el apellido, con el linaje, aunque en la familia se hayan escrito historias de maltrato, de machismo, de feminismo, de hipocresías, de infidelidades hasta el cansancio, eso no importa, el apellido y la sonrisa se tienen que mantener, claro, de la mano con que azul si eres niño y rosa si eres niña, sin tonterías de: me gustan los niños si eres hombre y me gustan las niñas si eres mujer. Y ya no hablemos de: este cuerpo que tengo no es el que me pertenece.

Las leyes hacen politiquería al respecto, toman un tema del día y trabajan algunas leyes que avientan, sin chistar, a una sociedad que se encuentra a años luz de comprender siquiera quien es una PERSONA transexual, porque así es, son personas como todos nosotros. Lo único que pasa con las pseudomejoras a la ley, es que hacen a ciertos grupos más vulnerables y los exponen mucho más a un mundo que no entiende que los géneros masculino y femenino como únicas opciones, dejaron de existir hace muchos años (para los que quieran pensar que alguna vez fueron los únicos claro está… Ajá…)   

Insisto (e insitiré mietras el blog me lo permita) que hasta que nuestros clósets estén solamente llenos de ropa y no de gente… Seremos más felices. Para los que como yo creen que la felicidad se compone solamente de pequeños instantes y no de largas épocas, esa libertad nos brindará miles de segundos, perfectamente espaciados claro está, de verdadera y bella plenitud. 

El alto al fuego empieza en ti
#yonodigoputo,nodiscrimino,soytolerante (Si el #nocorro,nogrito,noempujo aplica en caso de sismo, bien podríamos aplicar las tres premisas que propongo para llevarlas a cabo cuando no hay cataclismo) 

La realidad es que las vicisitudes humanas nos rebasan. Los problemas del hombre son tan complejos que somos incapaces de lidiar con ellos y en vez de confrontarlos, nos ocultamos entre las sombras esperando que algún día se resuelvan mágicamente. Los ignoramos pero los sufrimos, cada familia y cada individuo con su propio dolor, uno que se multiplica por miles y millones pero nadie dice algo.

Hoy es el mejor día para decir no a la violencia, la intolerancia. La gente que no puede creer en lo que se ha convertido nuestro país, en la jungla que enfrentamos actualmente, es la misma que detesta al ‘indio’, la misma que profiere el vocablo ‘puto’ bajo cualquier pretexto. La misma que lleva a cabo día con día dinámicas de violencia intrafamiliar, física y psicológica. Rescatando lo mencionado por Arturo en este blog (en el post "Ehhhhh, Putooooo"), situación que yo mismo cuestioné pero que con la violencia actual pienso recular, puesto que me parece increíble que un país al que un jueves le hierve la sangre por un ataque cruel y cobarde, el fin de semana siguiente grita en un total y completo enajenamiento: ¡Puto! A un hombre que simplemente está jugando fútbol. Es decir, la violencia está bien, mientras respete cierto límite, el insulto, la ofensa son correctos mientras nadie se mate.

Hoy entiendo el post de Arturo, entiendo muchas cosas que en realidad deberían ser distintas y, sobre todo, que nos hemos acostumbrado tanto a la violencia que sólo somos capaces de reconocerla cuando hay humo, sangre y muertes. Es lamentable que tenga que suceder así. Yo los invito a reflexionar un poco sobre la mejor manera en la que pueden aportar su grano de arena, uno que en verdad haga la diferencia. Recordemos que todos los actos violentos valen igual, quitémonos esa anestesia que ha logrado en nosotros el yugo de nuestro lado más animal, la violencia sirvió en su momento para sobrevivir entre las cuevas y las fogatas, hoy que los animales (los otros) son los que temen al humano y tenemos ya (los más afortunados claro) un techo y fuego en la cocina, debemos recordar que la violencia empieza (paradójicamente) y termina en el raciocinio de cada ciudadano.

1 comentario:

  1. El problema a de esta discusión es definir correctamente los límites de la tolerancia, la aceptación y la libertad. Si seguimos pensando en la libertad como "no restricción", viviemos en mares de insultos bordados por la hipocresía llamada "corrección política". La tolerancia debe ser entendida como un respeto, pero no como una política social. La aceptación debería adoptarse como política social. Finalmente, se supone que todos son seres humanos.

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