16 de enero de 2012

El mensaje incompleto

Por Arturo Rodríguez
@ArturoRT

La última vez que sucedió fue la semana pasada durante la mañana. Al sonar mi despertador y después de pretender que puedo congelar el tiempo con el botón de los “cinco minutos más” me levanté de mi cama para prepararme el desayuno. Como todos los días tome mi iPad del suelo y me la llevé a la cocina. Mientras rompía el primer huevo pero antes de cortar el jamón abrí la aplicación del periódico Reforma con miras a informarme de lo que había sucedido en el mundo mientras yo descansaba en los brazos de Morfeo. Ahí, en lo que supongo sigue siendo la primera plana, estaba una noticia que en realidad no lo era: “Matrimonio homosexual amenaza el futuro de la humanidad: Papa”.

Mis ojos probablemente se hicieron para atrás y en mi cara se pudo leer el clásico gesto de “oootra vez”. La verdad es que esta escena se ha repetido decenas de veces a lo largo de mi vida; sí, quizá no siempre de la misma manera –antes leía el periódico en papel- pero pa’l caso lo mismo. Una vez más una “noticia” en la que la iglesia católica hace hincapié en su definición de familia y expresa su rechazo a todo lo que no se le parezca.
 
 Las palabras exactas del Sr. Ratzinger fueron: “This (a family based on the marriage of a man and a woman) is not a simple social convention, but rather the fundamental cell of every society. Consequently, policies which undermine the family threaten human dignity and the future of humanity itself”…  




¿Perdón? ¿Amenaza para la humanidad? ¿Ósea cómo? De verdad me es difícil imaginar cómo una política que garantice los mismos derechos a una pareja de dos mujeres o de dos hombres es una “amenaza a la dignidad humana” y, sobretodo, ¡al futuro de la mismísima humanidad!
 
Soy una persona que cree fervientemente que todo mundo tiene derecho a creer y expresar lo que quiera. Por ende, creo que sí el Sr. Ratzinger de verdad cree que un par de gays o lesbianas son agentes potenciales del apocalipsis, está en todo su libertad de expresarse y compartir sus ideas. A pesar de lo que pudieran sugerir sus vestimentas medievales, vivimos en el siglo XXI y ese es su derecho. Lo que sí me atrevo a criticar es lo siguiente: el Sr. Ratzinger sabe que es un líder de opinión al que, para bien o para mal, le escuchan millones de personas. Como tal, debe de entender que sus mensajes en rechazo a cierto tipos de estructuras familiares existentes (las acepte o no) pueden ser malinterpretados por la gente que lo escucha -sobre todo si indirectamente las define como una “amenaza para la humanidad”. No es difícil imaginar a un adolescente religioso, pero confundido sobre su sexualidad, que después de escuchar esas palabras se sienta y se entienda a sí mismo como una “amenaza” hacia el mundo. El problema de suicidios de adolescentes homosexuales es real y grave. Tampoco es difícil ver cómo estas declaraciones podrían llevar a que más personas sean discriminadas, acosadas, heridas o asesinadas –como sucede día a día- por su preferencia sexual. Estoy seguro que en el Vaticano hay personas que entienden que este mensaje puede causar miedo y paralelamente odio y dolor. La crítica no es al derecho del Sr. Ratzinger a expresarse, sino a que el mensaje se queda incompleto. La iglesia, según entiendo, existe para propagar un mensaje de amor.  Claramente en estas declaraciones ¡el mensaje está incompleto!

Si la estrategia del Vaticano es seguir defendiendo la estructura familiar tradicional a capa y espada a pesar de que los tiempos en los que vivimos son diferentes y más dinámicos que nunca, ¡que así sea! Pero que no se les olvide que el alcance de sus palabras es vasto y que la dureza de sus críticas debe ir acompañada por lo que se supone que es la misión de la institución, un mensaje de paz y amor fraternal. Si elegiste decir que ciertos tipos de políticas, familias o personas son una “amenaza para la humanidad”, acompaña tu mensaje con palabras que no infundan miedo y dolor. Recuérdale a ese adolescente hipotético –pero probablemente de carne y hueso– que es una persona de valor y, al resto de los que no son como él, que la paz y el amor siempre deben de triunfar ante el miedo, la discriminación y el odio.

En lo personal siento un rechazo hacia la institución de la iglesia moderna que probablemente nace desde mis huesos. Sin embargo, y a pesar de lo sarcásticas que puedan sonar en ocasiones mis palabras, esto es una crítica constructiva; no por nada siento como si le estuviera dando un consejo a un enemigo. No me cabe duda que notas como esta seguirán interrumpiendo mis desayunos, comidas y cenas; pero de verdad espero, por el bien de todos aquellas personas que empiezan a entenderse como lo que son, seres humanos valiosos con gustos diferentes a los de la mayoría de la población, del creciente número de hijos de familias homoparentales y del resto de una comunidad bien definida y orgullosa de sí misma, que en las un futuro el mensaje desde el Vaticano llegue completo.

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